El legado del cineasta ayacuchano Palito Ortega Matute

Viernes, 9 Febrero, 2018 (Todo el día)

El Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social expresa su pesar por el fallecimiento del cineasta ayacuchano Palito Ortega Matute, ocurrido el día jueves 8 de febrero. A lo largo de su carrera, dirigió nueve largometrajes, la mayoría de ellos en torno al periodo de violencia que vivió nuestro país entre los años 1980 y 2000. Asimismo, sus películas se han proyectado en varios espacios en Ayacucho, Lima y festivales internacionales, y ha sido merecedor de distintos premios y menciones.

Palito Ortega asistió a la escuela en Huamanga y en el Colegio Guadalupe (Lima). Regresó a Ayacucho, en donde cursó estudios de antropología en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga. Sus primeros trabajos son documentales con fines turísticos, proyectos para canales de televisión e informes y documentales vinculados a hechos de violencia a pedido de organismos no gubernamentales. En 1994 estrenó su primer filme Dios tarda pero no olvida, que se exhibió por dos meses en Ayacucho debido a la gran asistencia de público.

Varios aspectos de la trayectoria de Palito Ortega merecen ser destacados, como el contexto de su formación. Ortega se hace cineasta por su determinación; Ayacucho no contaba con una tradición cinematográfica ni con espacios para la formación audiovisual, ni con las condiciones para producir películas con estándares técnicos competitivos.

Por otro lado, Palito Ortega tuvo también una experiencia personal con la violencia. En 1986, era líder de un ala joven de un partido político. Por esto, fue amenazado de muerte junto con otros compañeros suyos. Al día siguiente, sus padres lo mandan a Lima. Estas y otras experiencias, tanto suyas como de su familia, marcan mucho del contenido de su obra. Dios tarda pero no olvida, trata sobre un joven que huye del campo ayacuchano luego de que Sendero Luminoso asesina a su familia, y debe enfrentarse a los obstáculos y la indiferencia de la ciudad. Esta película tuvo dos continuaciones: Dios tarda pero no olvida 2 (1999) y Sangre inocente (2000), en donde continúa tratando la misma temática.

Asimismo, mucho de su trabajo puede entenderse como una forma de testimoniar a través del arte. Él lo da a entender en una entrevista que le hace el historiador Ponciano del Pino, publicada en el libro Art From a Fractured Past (Duke University, 2014), en la que sostiene que “mis películas funcionan como documentos en filmes, de manera que después se diga ‘así fue la violencia’. Por eso, en lo posible trato de no ‘embellecer’ esta historias”[1] Así, una película como El rincón de los inocentes (2005), ambientada en Huamanga, acerca de un niño que pierde a su familia a manos de personal militar, apuesta por filmar con todo detalle escenas de crimen, amenaza y miedo.

El cine de Palito Ortega no se restringe al tratamiento de la violencia. Ha entrado en diálogo con mitos y relatos andinos en la trilogía conformada por Incesto en los andes: La maldición de los jarjachas (2002), La maldición de los jarjachas 2 (2003) y El demonio de los Andes (2014). En El Pecado (2006), se muestran los maltratos y frustraciones que experimenta un adolescente que va descubriendo su homosexualidad.

La obra de Palito Ortega es prolífica y variada. Próximamente, podremos disfrutar su último trabajo, La Casa Rosada, que se estrenará póstumanente a nivel nacional el 3 de mayo.

 

[1] El original en inglés dice: I always say that my movies help serve as documents on film, so that later it will be said, “That’s the way the violence was.” Because of this, I try as much as possible not to embellish.

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